Quizás, éste no sea un problema que te afecte, es más, ni tan siquiera lo consideras relevante, puesto que tu conducta y hábitos en relación a Internet han aprendido a solucionarlo. Pero esta concepción cambia radicalmente a la postura antagónica cuando trabajas la comunicación, cuando tienes algo que decir, cuando pretendes hacer llegar algo a alguien… es entonces cuando este problema sí tiene interés para ti, ya que en él reside parte del éxito de tu comunicación.
Y es que, aunque parezca mentira, un alto porcentaje de los consumidores habituales de Internet (y los que no son tan habituales), concibe Internet como un medio omnipotente, que todo lo puede (o mejor dicho que todo lo tiene). Internet, pero sobre todo Google (como “materialización” de tal omnipotencia), se integra en una dinámica que aúna todo el saber a tan sólo unos pocos clicks. Muchos son los que, sin discriminación alguna aceptan fehacientemente que aquello escrito en la pantalla de su ordenador es realmente aquello que buscan, aquella duda que necesitan que sea resuelta. Y esta postura, puede ser y de hecho lo es, especialmente peligrosa cuando los distintos niveles de distorsión de la información se anteponen directamente a la esencia de tu comunicación, a aquello que tú has dicho, aquello que tú has transmitido.
En múltiples ocasiones escuchamos la manipulación que se da en los medios de comunicación de masas (básicamente televisión, radio y prensa). Un trasfondo de carácter político, pero con objetivos económicos, que más que representar, sobrerrepresenta una realidad mediática acorde con intereses que obedecen a una ideología determinada. Una ideología insertada en el corazón del sistema capitalista que utiliza los mass media como mecanismo mediador de dominación entre las estructuras de poder (amos) y la sociedad (seguidores).
Pero Internet, como mass media, no se mantiene al margen de todo esto. Y no sólo hablo sobre la migración sistemática de las entidades televisivas, radiofónicas… al formato digital para seguir luchando por su hegemonía a través de Internet. Sino de la cantidad, de la gran cantidad, de la grandísima cantidad de información manipulada que en él se inserta. Parece que los aparatos de estandarización integran la columna vertebral de la industria cultural, una industria como mercancía sometida al capitalismo que ejerce la función de crear una sola “pararrealidad”.
Pero la verdad es que, la realidad es un elemento en continuo cambio, una constante interacción de múltiple factores donde intervienen tanto la situación (social, política, económica…) como el contexto histórico. Algunas son las noticias surgidas en estos tiempos en torno a este tema. Así pues, como comunicador, debes conocer profundamente las relaciones, lenguajes y estructuras que hacen funcionar Internet, conocer todas sus herramientas e instrumentos para no dejar que el destinatario de tu comunicación se impregne de otras comunicaciones mediatizadas, sino ¿de qué sirve comunicar sino llegamos a quién queremos llegar?
Comunicando a los comunicadores
Desde niña fue una pequeña rebelde, nunca hizo caso a sus padres, ella era feliz. Sus padres fueron al psicólogo del colegio, un joven idealista, les dijo que ella era una creativa en potencia, que necesitaba expresarlo, por ello era tan agitada. Ellos le apuntaron para tocar un instrumento, la guitarra, eso sí, española. A ella le encantó.
Pronto se interesaría por el mundo de la interpretación, cosa que a su padre no le gustó.
Cuando fue creciendo seguía siendo igual de subversiva, nadie le podía, se había convertido en una mujer de fuertes convicciones, pero sobre todo una mujer con un sentimentalismo a flor de piel. En la adolescencia siempre había sido una chica prematura, para todo. Caía prendada tan rápidamente como se desmentía a sí misma, y cuando realmente se enamoraba, solían romperle el corazón, como muchas otras decidió no volver a enamorarse. Aunque se consideraba una romántica.
Pero esa promesa se rompería, ella necesitaba alguien que la abrazase, que la consolase en los momentos débiles, que la mimase, en definitiva, que la quisiese; entonces lo conoció, nunca creyó que se enamoraría de alguien en un funeral, pero lo hizo. Hablaron de todo, de aquella pobre mujer, de cómo vivió sus últimos días, compartieron sus sentimientos al respecto, ella expuso que nunca pasaría por ello, prefería morir a estar moribunda y haciendo sufrir; el no respondió. Quedaron esa misma noche. Al cabo de unos años se casaron.
En el matrimonio ella seguía impartiendo clases de guitarra, aunque él la incitaba a no hacerlo, debía cuidar de la casa, pero ella no retrocedió. Cada domingo ella se levantaba con un vacío en la cama, vacío que ella nunca pudo suplir. Caminaba, cada mañana iba andando al conservatorio con ilusión, con ganas, siempre escuchando su música preferida, odiaba la radio, decía que la alienaba.
Cuando volvió a casa por la ruta habitual, pensando que hacer para cenar, no lo pudo ver, se le acercó por detrás, le robó el bolso, ella, impulsiva como siempre, salió corriendo. Poco a poco se aproximaba más a su objetivo, pero sabía que algo no iba bien. No se dio cuenta de que estaba cruzando la calle sin mirar.
Cuando se despertó en la cama del hospital vio a su marido a su lado, había estado a su lado durante los cuatro días que duró el coma. Cuando se despertó el la abrazó. Casualmente, cuando el bajó a comer algo a la cafetería, entró el médico, con una cara de pocas esperanzas, y así eran sus nuevas. Poco duraría. En ese momento entró el marido, comprendiendo que algo pasaba; el doctor le concedió a ella la posibilidad de contárselo. Ella le dijo que le quedaban horas, se moría por dentro, le dijo que entraría en coma, podría vivir gracias a maquinas, pero ella no lo aceptaba, y así se lo comunicó.
Después de un afectivo abrazo ella se apagó. El nunca hablo con ninguna persona de su conversación con ella. El murió antes que ella.
La industria cultural pesa más
- La industria cultural se acerca, y hoy, sus huellas, se marcan aún más en la tierra porque ha engordado.
Los creadores de videojuegos han sido reconocidos como “protagonistas de nuestra cultura” y además, tienen la posibilidad de acceder a ayudas para la promoción, financiación e internacionalización de sus productos. Así fue votado en la Comisión de Cultura del Congreso y así se hacían eco algunos medios: Los videojuegos adquieren la categoría de industria cultural.
Podríamos gastar las trescientas doce palabras que me quedan para cumplir el mínimo de cuatrocientas en hablar, discutir o razonar sobre las funciones o disfunciones que dicho terreno virtual genera. Podríamos comentar la oportunidad de ocio que a la vez ofrece y satisface en el individuo; y si cerramos los ojos totalmente, hasta seríamos capaces de decir sin miedo, ni peros, ni contextualización, que favorece el enriquecimiento en el conocimiento histórico. También otros dirían sin mucha oposición que los videojuegos incrementan la pasividad, incluso que poseen efectos narcotizantes que provocan estados más profundos que la mera insensibilización; y hasta podríamos comentar la relación entre el consumo de videojuegos violentos (que son más del 90% del mercado) y la agresividad en el individuo.
Pero, ¿qué hay detrás de esto? Queda claro que bajo el análisis de una teoría funcionalista hubiésemos podido abordar el tema; pero bajo una nueva perspectiva crítica, ¿que hay más allá?
Sin duda cuando hablamos de videojuego hablamos de un medio de comunicación audiovisual que se relaciona con la sociedad a partir de un contacto material. Es importante notar que en España, el consumo de videojuegos supone un 57% del total del ocio audiovisual, situándose a la cabeza del mismo. Es por tanto, un buen soporte para cualquier inyección ideológica e incluso publicitaria. Señalábamos que más del 90% de los juegos poseen acciones y contenidos violentos y así, sin querer queriéndolo, cada porcentaje de ese total dibuja un esqueleto semejante a una cultura de guerra. Es innegable la homogeneización del sector que refleja un comportamiento “agresivo-evasivo” y que convierte a la cultura en una disparidad de conflictos cuya reproducción simbólica de violencia es latente. El usuario de estos juegos es parte del sistema, hay una proyección del yo sobre el soldado o guerrero; el sistema hipnotiza en un radiante baile de exhibicionismo gráfico-tecnológico, de desarrollo del detalle técnico por encima del compromiso social. Compromiso, en algunos casos, con la historia, sí; pero no con la necesidad de paz de nuestra convulsionada sociedad (¿o quizás no interese la paz teniendo en cuenta que su mayor inversor es EEUU? ¿conseguiremos tener una conciencia de concordia mientras recurrimos a la violencia en los juegos? ¿en la calle decimos ¡no a la guerra! y en casa la consumimos?). De nuevo aquí, la técnica toma el control sobre la sociedad y se convierte en la racionalidad del dominio.
La industria cultural se muestra como un negocio en vez de ser la columna y fortaleza de valores como la conciliación o el respeto social. La finalidad lucrativa ha vuelto a ganar la batalla de la razón y de la búsqueda de un mundo mejor en el que no tengamos que lidiar con la violencia o con los transmisores de la misma (sean digitales o no); pero la industria se desliga de cualquier función que no esté amarrada al puerto del beneficio económico y no le interesa una réplica (¡cuidado que con Internet podemos!). Sí se preocupa por una estandarización ideológica, pero nuestro mundo no necesita más argumentos bélicos a través de sus medios, requiere fundamentos conciliadores.
No han sido pocos los intentos por parte de los diferentes gobiernos occidentales en controlar la sociedad. La teoría funcionalista ya marcó la pauta a seguir para conseguirlo de manera pacífica y sutil: la regulación de la misma era pan comido gracias a la reproducción de unos valores estándar que sirvieran de base a una sociedad de mercado y consumo. Valores estándar para seres humanos estándar, esta es la clave. Esto es lo que hemos sido durante la segunda mitad del siglo pasado, y lo que la red de redes ha dinamitado de un plumazo. Porque, ¿qué somos hoy sino críticos con el sistema? Tal vez no todos, pero una gran mayoría de individuos son capaces de generar su propia conciencia, de entender lo que sucede a su alrededor a su manera y de compartirlo con los demás a través de un feedback que se transforma y reproduce una y otra vez.
Y esto no gusta. Porque seres más inteligentes conllevan una sociedad más inteligente, y esta es más difícil de dirigir. Ya no nos sirven los 40 principales, ahora creamos nuestros propios 15 principales, o los que nos den la gana. Y los medios tradicionales nos llaman piratas por ello, pero nosotros, más educados, les respondemos con un hasta luego de la forma más elegante posible. Porque la cultura hoy es libre, vuelve a ser revolucionaria, y no está dirigida de esa forma rancia propia de finales del siglo pasado. La modernidad ha llegado, y no se puede luchar contra ello, porque las cosas cambian y, cuando lo hacen, son para siempre.
El poder y los medios se resisten a perder lo fácil. Si bien unas formas de ejercer la teoría funcionalista están tocadas de muerte, aunque se resistan hasta el último aliento, se han inventado otras a fin de moldear el imaginario popular. ¿Qué es sino la telebasura? ¿Es un error ortográfico? Esto es lo primero que pienso cuando veo la palabra tan roja…es la única de este color sobre mi fondo blanco de letras negras. Y es que el sistema, todo el sistema, se convierte en una máquina precisa de ajusticiar conciencias cuando le interesa. “Telebasura no conviene, no existe, no la escribas”. Ya tengo dos faltas ortográficas. Pero yo me resisto, y como yo otros tantos con la mente libre, libre de estandarizaciones baratas y seriadas. Porque, lo que se lleva ahora, es tener una lista con los 40 marginales a los que no escuchar cuando salen en televisión, y estos bien sabemos todos quienes son sin ayuda de dictámenes externos.
La sociedad, con Internet como catalizador principal, ha cambiado de rumbo. Sólo hay que sentarse a ver como la autorregulación de la misma es cada día más eficaz, mediante la colaboración de todos y la palabra en foros, blogs o cualquier otro tipo de redes sociales. Mientras, la tradición lucha para no perder su lugar en la misma, aunque el cambio de sentido ha sido ya irremediable.
Venga, que Internet no es tan malo
Hoy en día incluso, aun pueden verse algunos coletazos de esa visión arcaica en la que se instalaron las televisiones (mención especial a las privadas) y que suponía que cada vez que saltaba alguna noticia relacionada con el medio virtual a la palestra había que someterla al más estricto tratamiento informativo; entiéndase por ello el montar el mayor escándalo conocido aunque la noticia fuera que un alumno había sido sorprendido subiendo fotos a Internet en horario lectivo.
Este trato esperpéntico, y claramente interesado de los mass media, ha sido una constante a la que toda la audiencia ha estado sometida desde que Internet comenzó a interesar al gran público y se posicionó como un medio con futuro (hoy muy presente). La necesidad de inculcar a los pasivos constructores del share la creencia de que Internet era lo peor, lo más perjudicial para los niños y adolescentes, la maldad hecha medio, llevaba incluso a demonizar a la Red y a culparla de todo aquello que la sociedad aborrece en cada momento.
Aún hoy puede observarse como esta costumbre de raigambre profunda aun se revuelve entre las mesas y los ordenadores de más de un redactor en busca de carnaza fácil. Y para muestra un botón. Telecinco por un lado y Milenio por otro. Si el ávido lector se interesa, podrá observar que los temas tratados son del todo execrables y lejos de justificación alguna, y es que la crítica en este momento no se encuentra en el qué si no en el cómo.
En el caso de Milenio solo hace falta un vistazo rápido para detectar por donde van los tiros. Internet malo, mantente alejado. Parece que sobran argumentos para vituperar todo lo que se relacione con el entorno virtual, la libertad según Milenio es mala, todo lo que podamos hacer en la Red está irremediablemente destinado a desembocar en algo peor. Como se puede apreciar se trata de generalizar sin escrúpulos, de manejar la opinión pública al antojo de unos sin dar lugar a la réplica o a la investigación en profundidad.
En lo que respecta a Telecinco (y aquí Antena 3 entra en el mismo saco) ya no es tanto por el tratamiento de las noticias relacionadas con la red (que suelen ser de contenido alarmista cuando no criminal) sino por su posicionamiento en la rejilla de los informativos. Curiosamente, cualquier noticia dedicada a la incautación de material de dudosa procedencia o calidad o a la redada de turno por cualquier delito más o menos grave, iba precedida o procedida de otra noticia meramente informativa pero siempre referente a Internet. Sobre el afán manipulador de los medios, solo cabe decir que se trata de la agonía de aquel que tuvo pero no retuvo; y ojo, porque sería un asunto al que casi no valdría la pena ni prestarle atención, pero hablamos de una opinión que se proyecta y se pretende infundir en la población y eso si que es una cuestión que ha de mirarse con lupa y más cuando asistimos a una época convulsa en la que hasta los gobiernos quieren tender sus hilos para convertir a Internet en un tinglado informativo más.
Pero por suerte, hay gente que comprende que la realidad no es siempre como la pintan y ya se empiezan a vislumbrar los primeros atisbos de conciencia crítica. No se trata de ver el mundo como lo escriben o lo emiten, si no de movilizar el espíritu crítico y comenzar a desarrollar una perspectiva multilateral que permita abarcar cuaquier aspecto desde múltiples ángulos; algo que los medios tradicionales en su inmensa mayoria nos han venido negando con su visión sesgada e interesada de lo que ellos llaman "realidad".
La otra cara de la web 2.0
Estos últimos meses se ha hablado mucho de la web 2.0, hablar de web 2.0 es hablar de algo moderno, actual e innovador. Pero el uso de estas herramientas dentro de la esfera empresarial, aunque parezca claro y definido, se encuentra limitado por determinadas características que obstaculizan los usos de este nuevo concepto.
BusinessWeek ha publicado un artículo de B.L. Hochman que trata básicamente los mitos creados en torno a los medios sociales desde una perspectiva empresarial. En él se habla sobre el coste de los medios sociales como un coste prácticamente nulo, cosa que es verdad. Pero una estrategia de comunicación, (y aquí está uno de los fallos más grandes que cometen las empresas), no tiene que apoyarse únicamente en la web 2.0, sino que debe estar insertada en una planificación estratégica integral, lo que supone un mayor coste de tiempo y dinero. La falsa creencia centrada en el aumento de ventas como efecto directo del impacto producido en los social media, atribuye otro error en el que suelen caer las empresas. Ya que el impacto es un elemento integrante dentro del sistema global, donde influye más, la correcta segmentación del target por ejemplo.
A veces las empresas olvidan el objetivo final traducido en beneficios económicos, y sus esfuerzos se dirigen a la web 2.0 como un fin en sí mismo, cuando estos esfuerzos deben dirigirse a constituir, utilizando los medios sociales, una comunicación que consiga los objetivos marcados. Tales disfunciones son provocadas, mayoritariamente por la falta de un marco teórico y práctico de referencia para la adaptación empresarial en el uso de los social media, o por una equívoca conceptualización y simple falta de conocimiento.
Otros datos del estudio “Digital World, Digital Life” de TNS, revelan que en España la media que visita con regularidad blogs, foros o chats, se sitúa por encima de la que consume redes sociales o páginas para compartir imágenes y videos. Por tanto, se observa una tendencia de mayor rechazo hacia las aplicaciones web que requieren una implicación más personal (redes sociales o comunidades virtuales), aunque tres cuartas partes de usuarios dicen conocer la web 2.0. Precisamente la presencia en la red en torno a aplicaciones web 2.0, confiere un status dentro del sistema social que otorga, o mejor dicho reposiciona la imagen de la empresa. Y no sólo pueden producirse disfunciones de carácter narcotizante, por la constante interactividad y participación entre los diversos agentes, sino que las aplicaciones 2.0 se nutren de las normas sociales establecidas, las representan e incluso las pueden reconfigurar.
Las funciones del sistema de comunicación digital, establecen la autorregulación del sistema a través todas estas consecuencias comentadas, en muchos casos de aplicación en su base errónea. En el desarrollo de entornos web 2.0, hace falta, no únicamente un trabajo de carácter teórico, sino también práctico para conocer su sistema y funcionamiento, conocer sus usos y aplicaciones, y adaptar, dependiendo de los objetivos, la estrategia comercial. No cabe duda que los medios sociales abren un nueva etapa de comunicación, y que las empresas van a seguir una dirección marcada por estas tendencias, pero no deben olvidar que antes de utilizar las herramientas 2.0, hay que adoptar una mentalidad 2.0.
El gran diálogo en que se ha convertido el mundo no tiene precedentes. Una sola palabra puede devenir en miles en tan sólo segundos gracias a nuestra nuevo y radiante medio de comunicación. Internet ha agitado los pilares sociales de todos los rincones del planeta, sin contemplaciones. Sólo unos pocos afortunados están escapando a traducir sus vidas a volátiles unos y ceros, y digo afortunados, pero en realidad no saben lo que se pierden.
La libertad de hacer y deshacer a golpe de clic es una sensación indescriptible. El clásico y sencillo "hablamos" transmitido verbalmente ha sido transformado por otro de idéntico valor pero de muchísima mayor velocidad y fuerza. La esencia en realidad es la misma, una conversación. Pero no una cualquiera, sino una megaconversación donde todo el mundo está invitado a hacerlo cuándo, cómo y dónde quiera. Los tiempos decimonónicos donde alguien hablaba y los demás callaban a escuchar ya, al fin, han pasado. Ahora TUS COMENTARIOS conversacionales no es que sean permisibles, ahora son esperados y necesarios como fuente de combustión para la cultura que nos embriaga por todas partes. Nuestro sistema cultural está vivo, más vivo que nunca, es hiperdinámico, y todo es gracias a la libertad y frescura en la forma de transmisión de la misma.
Los comentarios, tus comentarios, son pieza fundamental de este Sistema Solar que gira alrededor de un ardiente "nosotros" para narcotizarnos de conocimiento. La función que cumplen, aunque parezca increíble, es ferozmente útil. Jamás un filtro ha sido tan consecuente como este. Sin duda sería la envidia del mismísimo Adam Smith, que imaginó un sistema autorregulable por la acción de un mercado de las personas, pero sin las personas.
Como ha comentado mi compañero Alex, oscuros horizontes acechan a la libertad e igualdad en la Red. Y no es el único que lo piensa, lingüístas de la categoría mundial de Chomsky, no casualmente, piensan lo mismo que él. ¿Es este el fin de nuestro sueño lúcido? Sarkozy y toda una larga lista de poli(cia)ticos se empeñan en que así sea. Mientras tanto, dejémonos llevar por los caminos espontáneos de nuestro diálogo, permíteme equivocarme, pero, por favor, adviérteme si así lo hago, aunque el precio a pagar sean toneladas de letras amontonadas con aspecto de disfuncionalidad.
Facebook: ¿un país muy social?
175 millones de ciudadanos. Sin fronteras físicas ni límites regionales; ni himno nacional ni letra que inventar; libre de impuestos o tasas especiales. Tan sólo un único pago para acceder y formar parte de su estructura social: tu intimidad.
Saltaba la noticia de que Facebook emitía unos nuevos “términos de uso” a través de los cuales, aquel gran país de libertades, se convertiría en propietario en exclusiva y a perpetuidad de todos los contenidos subidos y compartidos por cada usuario, incluso si éste ya se hubiese dado de baja. Algo así como, tu información es mi información; algo así como un instrumento recopilador de fotos y recuerdos, de inspección y control.
Equilibrio, y aquí viene una palabra relevante, democrático. Ante toda la actividad de los medios y usuarios en relación con la estructura y proceso social del país, éste decidió volver a los antiguos “términos de uso”. Pero además de esa respuesta, Facebook da un paso más. ¿Por qué? Semanas después del asunto, se anuncia que serán los propios miembros los que podrán comentar y votar sobre las futuras políticas internas de Facebook. En adición, ejercerán como consejeros al tener la posibilidad de publicar sus opiniones sobre “Los Principios de Facebook” y revisar su “Carta de derechos y responsabilidades”. Es decir, es su intención crear una constitución decorada por el colectivo que reside en el país, dotándolo así (o en apariencia) de un sistema democrático. ¿Se pretende ahora que lo elogiemos otorgándole el calificativo de aperturista social (y status) que vela por los derechos de los usuarios y permite que sean ellos los que decidan la gestión del servicio, cuando semanas atrás pretendían convertirse en propietarios de nuestro “Yo Digital”?
En cualquier caso y en cualquier parte del proceso comunicativo y social en el que nos encontremos, cuidémonos de caer bajo un efecto narcotizante que nos impida reaccionar y movilizarnos ante algunos déspotas ilustrados que todavía rondan, conceptualizan y desean monopolizar un sistema en el que funciones y estructuras desempeñan en su conjunto un rol determinante.
Cuando no quieres funcionar
No le gustó la fácil forma que tuvo el director del instituto de echar a su compañera, no le gustó lo rápido que dejó de ver a aquella chica con la que pasaba su tiempo del recreo, no le gustó que aquel dictador únicamente le dijera "busca tu lugar, aquí no prosperas, solo haces que mal".
En la calle le miraban mal, sabía que la sociedad no le aceptaba, que quería llevarle al "buen camino", y lo notaba en que le recurrían más los testigos de Jehová, y los guardias de seguridad de los centros comerciales (como él si fuera calaña); lo notaba en cada revista que leía, en cada programa que veía o que escuchaba, podía ver a aquellos personajes estereotipados que tenia la sociedad metidos dentro de una caja, todos sin salirse de la raya, cumpliendo su cometido.
Con una nueva vida por delante, vio como luchaba contra esa sociedad conformista que podía ver en la televisión, escuchar en la radio, o leer en las revistas. Internet, arma de doble filo; fuente de información inagotable, mientras que alienante de la vida y maquina sedentarizadora de la sociedad. Él, intentando cambiar el mundo; el mundo, cada vez más grande. Como si de un virus se tratara, observó cómo, poco a poco, sus amigos empezaban a ver cosas buenas en esas redes sociales de Internet que tanto odiaban; con el tiempo todos sus amigos tenían facebook (aquella herramienta social que dejaba al descubierto su vida), mientras que él resistía. Una noche vio a un filósofo alardear del número de amigos que tenía en la red social, no se lo podía creer, aunque pensó, "si un gran pensador posee un facebook, no debe ser tan malo".
Así que se hizo uno, empezó a conocer gente, no sabía tan siquiera quienes eran, pero no le importaba. Poco a poco sintió como si la sociedad no estuviera realmente en una espiral conformista, sino que intentaba progresar al mismo tiempo que se divertía. Al día siguiente decidió que le cansaba su cresta, y no se la hizo; con el tiempo dejaron de gustarle tanto los piercings y decidió quitárselos. Y así, lentamente, empezó a ver más la televisión, donde los programas que le parecían superfluos, ahora pensaba que eran entretenidos, y cada vez se sentía más aliviado y contento, como si de morfina se tratara.
Así, y en poco tiempo, se dio cuenta que se había convertido en aquello que antes repudiaba, a base de sentarse a ver la televisión, de escuchar cada día el programa de moda en su nuevo teléfono móvil, o de entablar conversaciones insustanciales con aquellos amigos que ya nunca veía, ni con los que quedaba para jugar a fútbol.
Acabó la carrera, encontró un buen trabajo, conoció a una mujer en el trabajo con la que formó una familia, por fin había prosperado, había encontrado su lugar, pero no se sentía bien, no era feliz.
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